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Empieza al momento de abrirlos, jugar con ellos, hacerlos presentes a cada minuto, vibrantes, exquisitos, trastornadores y desbordados. Es desparramar una hemorragia y escribir en sangre recuerdos de lo que nunca ocurrió, es escupir cometas mientras se toca una melodía por debajo del agua, es volvernos uno con la imagen y se tomados por el lienzo para que pueda ser, es danzar con el viento al ritmo de un pájaro que canta al amanecer, es poner la cara hacia el sol y dejar que nos queme con el único afán de sentir que estamos vivos.
Jorge Rojo