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A LA MAR FUI POR LA PAZ

A Luc Peire y Jenny

Tú, mar,
que dejas en los zapatos de la arena
los más insospechados reyes:
el vientre terso de una mujer redondeando en los callaos
un mundo con escorzos de pan y miel de abeja;
las nerviosas terminaciones de algas y rutas
mesándose los cabellos con soledad de luces de faro;
un trozo de silencio de las profundidades
con la mascarilla de la ahogada frente de un amigo;
el resuelto crucigrama de una estrella de mar;
un monumento de rumores para los que lloran de ira;
la alianza con que el agua
sella los esponsales del color con el cielo,
viviéndose distantes
para recibirse en las posadas nocturnas,
bebiéndose los vientos
y la verde manzana del horizonte prohibido.
Pero no son estas alegrías las que ambiciono hallarme,
no es la botella donde el azar navega a la deriva.
Lo que busco es un sueño de paz y asalmonada luna,
que la luz sea igual para todos los hombres,
y aun para los grillos y las nieves,
para los sembrados y los rascacielos.
Que no se rescate un olmo con arroyos de sangre,
ni se profanen palomas con mensajes de odio,
ni me quemen la casa con ramajes de olivo.
Por las piedras tostándose bajo un sol de justicia,
por la garganta de pájaros de los amaneceres,
por el libro que lee mi hermano antes de acostarse,
por los pastores que cuidan los rebaños,
por las amapolas que guiñan los ojos a los trigos,
por las cacerolas que cuecen las legumbres,
por los frutales que plantó mi padre en Tacoronte,
por los abanicos de la lluvia y el corazón de las hogueras,
por la piel de granizo de mi esposa,
por los caminos que llegan saltando de júbilo a las playas,
por los labios que saludan y los pañuelos de las despedidas,
por la aurora que rompen los niños con el primer juguete,
por los escaparates con el tiempo que anuncian los astrónomos,
pr el ladrón que roba su hambre a los demás,
por el alma clavada en la presa del miedo,
por la ceja depilada de un vuelo de golondrina,
por el sello que pego en mi álbum
y la fuente en que duermo,
por la buena memoria de las islas,
por la plaga de olvidos de los continentes,
por las cartas a lápiz que escribe mi padrino,
por los que tienen la palabra amarrada en la boca,
quiero hallar en la arena un sueño de naranjas
que sea paz de estrella en los hogares,
paz de mano derecha y de mareas vivas,
paz que nos haga dignos de recoger las mieses,
y de comer las frutas, y de beber el vino.
Una paz que no tema las centellas del crimen,
que no pueda arrancarme de los labios que amo,
que no ponga en mis manos las armas del infierno,
y que no me avergüence de las aguas que cantan,
de las alas que vuelan y de mi propia sombra.

Con la mano en la mar así lo espero.

autógrafo

Pedro García Cabrera


«La esperanza me mantiene» (1959)

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