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ELEGÍA DE LA LENTEJA

A Rafael Alberti

Ciega de soledad, ciega del todo.
Quién me iba a decir
que la verde pupila de mi infancia
tendría por calvario
este punto y aparte
en el que ahora vivo.
Encarcelada estoy,
ni al revés ni al derecho tiene enmienda
mi abeja sin panal.
Nado siempre en el fondo
del rancho de los presos.
Un plato con las niñas de mis ojos.
Fue lo último que vi. Desde ese instante
ni una brizna de luz.
Yo misma soy un plato en miniatura,
la matriz de una lágrima
que no puede salir de su agujero.
¡Qué lejos ya la vaina de mis párpados
y su raíz de lluvia!
Entonces no sabía de secuestros,
de que pudieran marginarme
a ceguera perpetua.
Da pena que me impidan
emborronar palotes
en los dientes de un niño
y vender lotería por las calles
para dar de comer a las tinieblas.
Estoy a ras de aquellos que miraron
la libertad
sin convenciones de ahumadas lentes,
tendiendo en los petates
nudos de angustia y nanas de cebolla.

Cogedme de la mano,
lazarillos del viento,
para llegar hasta vosotros,
rehenes de los bosques y los mares,
y acabar triturándome en mandíbulas
que mascan las raíces de la muerte
en las tierras sin patria del olvido.
Cogedme de la mano
para resucitar a los sepulcros
en donde yace viva la ceguera
de todos y de nadie.

autógrafo

Pedro García Cabrera


«Elegías muertas de hambre» (1975)

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