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ELEGÍA DEL GARBANZO

A Federico Carbajo

Dadme gorra y macuto,
quiero ser miliciano,
combatir por los parias
de todos los países
y defender los fueros
de mi tribal progenie,
incluso los garbanzos
negros de la familia.

No he de rendir las armas
ante los alaridos
de un invierno de lobos
y si me aprieta el hambre
requisaré gallinas
en el huerto del cura
o en casa de los ricos.
Si un día me colgaran
no será por mi culpa.
Dios le da a cada quisque
una piedra y un palo
y a los dones de Dios
no les vuelvo la espalda,
los empleo en la forma
que me dicta mi almario
y es nadie la justicia
para pedirme cuentas.

No bajaré la guardia
mientras haya quien coma
la olla de cocido
que se cuece en el pecho
de la hoguera en que ardo.
Alto daré al camino
que descanse a la sombra,
alto a las torrenteras
que no vayan deprisa,
alto a los mercaderes
 al lucero del alba,
alto a los que consientan
que los frutos desnudos
del terrón de la vida
se los lleve el pedrisco
de las malas entrañas.
Tuve también mi novia,
una verdad de carne
a la que condenaron
a derribar los cuatro
muros en que vivía
y a recubrir de sal
el sitio que ocupaban
para que ni la hierba
pudiese recordarnos.
Se conoce que el código
no se anda con remilgos
en tocar a rebato
y apagar corazones.
Pero a pesar de todo
me conservo en mis trece
y a todos los fusiles
pondré balas de urgencia
para que se apresuren
a cazar alimañas
con sombreros de copa
y conducta de espino,
con braguetas que esconden
tizones de los diablos
y que todo lo ensucian
con melosas palabras.

Cuando llegue mi hora
repartiré mi muerte
entre aquellos que sufren
hambre y sed de garbanzo.
Mi redondez de buey,
a los vientres que rumian
un silencio de ombligo;
mi piel, a los que visten
agujeros de aire;
las alas de mis sueños,
a los desangelados.
Y a los inmoladores
de millones de niños
los salitres que exudo
mientras me recolectan.
No olvidéis, sin embargo,
el perfil de mi cara,
la nariz que olfatea
en el alma de todos
mi propia rebeldía,
bien cosida al macuto
del que nunca se rinde.
Lo juro por mi gorra
y honor de miliciano.

autógrafo

Pedro García Cabrera


«Elegías muertas de hambre» (1975)

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