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EL REY CHUMBIPE

                  SILVA

                      I

Vanidad y ambición cuestan muy caro,
Y el Rey Chumbipe lo hizo ver bien claro.
            Era el tal un fornido
Pavo, entre muchos pavos escogido,
Que en su corral, con Chumba y sus hijuelos,
Pavipollos monísimos, vivía,
Y dio en la más ridicula manía.

Vivir bien, muy cuidado, en casa propia.
Con su familia entera, sin recelos,
Ni enemigos, ni deudas, —a este loco
Le pareció muy poco,
Y a su mujer también, pues la tal Pava
Era aún más fanfarrona que el marido.
A entrambos la ambición les trabajaba
Los sesos (si los tienen);
Nacidos para reyes se imaginan,
Quieren conquista y corte y fausto y pompa;
Ansian que en todo pico al aire suenen
Su nombre y las empresas que maquinan,
Y que los elefantes con su trompa
Cantándolas en verso el orbe llenen.

«Está echada la suerte», exclamó un día
El insigne archipámpano saltando
A un campo ajeno; «míra, esposa mía,
¡Qué vista tan soberbia, qué abundancia
De trigo y de maíz! no te parece
Que en esta rica estancia
¿Será prudente que a fundar empiece
Mi vasta capital de Chumbipía?
Y pues tenemos la despensa llena
Vamos pronto, en caliente, convidando
Por esquela o por bando
A un gran festín que servirá de estrena
Al chumbípico mando.
Acudirán las aves por millones,
Como a sacarse de mal año el buche»,
Y el Ganso les dirá: «Señores míos,
Antes de que uno solo un grano embuche,
Vamos desagraviando, aunque tardíos,
A nuestros dos modestos anfitriones.
¿Hasta cuándo, señores, hasta cuándo
Ha de seguir el Águila mandando?
¿Qué derechos le asisten? ¿qué mercedes
Hizo jamás? ¿qué empleos, qué pensiones
Le han merecido ustedes?
¿Cuándo esa pollicida
Nos ha invitado a opíparo banquete
Como el noble Churabipe nos convida?
¡Basta de sufrimiento!
¡Cese nuestra abyección! ¡Pronunciamiento!
¡Caiga el Águila impía!
Y pues nada es peor que la anarquía,
No dejemos acéfalo un momento
El imperio del aire; sin demora
Encarámese aquel a quien le incumba.
Leo vuestro pensamiento:
¡Vivan el Rey Chumbipe y Reina Chumba!»
Tras de esta alocución, u otras razones
Que el hábil orador juzgue oportunas,
Votarán los glotones,
Y... ya comprenderás... ¡no tiene quite!...
Proclaman Rey al amo del convite
O se van en ayunas.

Chumba aprobó entusiástica el proyecto
Y lo puso en efecto
Arrancando una pluma del buen Ganso,
Que ya estudiaba con afán su arenga,
Y escribiendo con ella la obligada
Fórmula de «Se espera que usted venga».
Toda la grey volátil fue invitada
Excepto Águila y Buitre; también creo
Que el Pavo Real y su gentil señora
Se pasaron en blanco, no embargante
El parentesco y la orden terminante
De instarlos con dulcísimo tuteo
Que Chumbipe galán dio a la escritora.
Algún viejo zelillo entraba en cuenta,
O el traje de su primo y su parienta
No agradaban a Chumba; esta doctora,
Digna mujer del fantasmón zoquete,
No advirtió nunca que el Pavón finchado
Es, con toda su púrpura y brocado,
Un para nada, un ruin mírame y vete.

Escritas las esquelas, de correo
Sirvieron las palomas;
Y como se usa poco el dejar feo
A quien convida y paga el regodeo,
Todas las aves en sus treinta idiomas
Contestaron acepto a los mensajes
Y se aplicaron a afilar los picos
Y aderezar los trajes;
Menos la golondrina, tierna madre,
Que al son de un guirigay de chillidos,
Se excusó cual lo exige la crianza.
Por no tener una ama de confianza
Con quien dejar sus tres recién nacidos.

                      II

«¡Míre, taitica, qué pajarería!
¿Qué querrá decir eso? ¡Ave María!»
Dijo Alifonso a Pantaleón; «¡aprieta!»
«¿Qué santo será hoy?» —Y el mayordomo
Repuso: «A eso venía.
Yo les preguntaré; yo entiendo el cómo.
Aquí va mi escopeta».

Cuando pasó este diálogo, llegaban
Los convidados al festín. Guanajo
Acertó lindamente en que vendrían
Con una hambre feroz, como que apenas
Se apearon del viento que los trajo,
Empezó el manducar, sin dar la pata
Ni saludar siquiera a los patrones.
Ni arreglarse el collar o la corbata.

En tumulto incivil, por pelotones,
Todo a la rebatiña y sin decoro
Cayeron sobre espigas y mazorcas,
Y en la uva el ebrio charlatán del loro.
Muchos de los famélicos viajeros
Llegaron sin sombreros.
Los demás, sin quitárselo atacaron,
Y en fin, sólo en comer, sólo en hartarse
Del primero hasta el último pensaron.

No, me equivoco: una omisión cometo:
El orgulloso gallo que se jacta
De cortés con las damas, por respeto
A Chumba su parienta y su vecina.
Entró como quien es, a la hora exacta.
Dando el brazo a su esposa la Gallina.
Pero se amostazó con la inurbana
Conducta de los huéspedes; a muchos
Recetó buena zurra de espolazos
Tratándolos de hambrientos avechuchos;
Y reciando en furor, llegó al exceso
De llamar «vieja» y «gomia» y «estantigua»
¿A quién? a doña Gansa, ilustre anciana,
¡Docta escritora! —Y eso,
Porque, observando una costumbre antigua
En matronas de edad y seso y peso.
Dio el mal ejemplo de embuchar con gana
¡Y no dejar ni el hueso!

En cuanto al Rey Chumbipe, al ver frustrado
Su gran golpe de Estado,
Se rascaba la cresta de coraje
Y araba el suelo cual bufante toro;
Y Chumba, más rabiosa que el marido
Y rabiosa con él (la causa ignoro),
Tratábalo de zueco y de muñeco
Y aun le infería el horroroso ultraje
¡De tirarlo del fleco!

Ambos consortes, sobre todo Chumba,
Dieron al Ganso mil y mil guiñadas
Con las uñas armadas
Para que hablase al fin y metiese orden
En aquella balumba;
Y el Ganso dócil, unas tantas veces
Hizo el esfuerzo, abrió tamaño el pico,
Y en vez de hablar graznó veinte sandeces
Que ahogaba con sus gritos el Perico.

Viendo Chumbipe su imperial quimera
Disipada en un chasco soberano,
Quiso una chumbipada hacer siquiera
Para darse infulillas de tirano.
Llamó a la Grulla (hermana o madre o tía
De Pero Grullo el inmortal zoquete)
Y le dijo; «Te nombro Policía,
Arréstame ese Gallo matasiete
Que está en mis barbas insultando a todos».
—El Gallo que esto escucha
A espuela y pico a entrambos arremete,
Teinte o treinta mirones
Echan su cuarto a espadas en la lucha,
Y se vuelve una Troya el gran banquete.
Varios de esos paletos tragantones
Que el Gallo regañó, con sus aliados
Contra Su Majestad; éste, resiste
Cual terca muía, y como toro embiste,
Y pica a todos lados
Pero aquéllos son más, y al cabo el triste
Sucumbe a sus asaltos redoblados.

El Pavón, sin que nadie lo invitara,
Con su Pavona cara
Se asomó de gorrista, alias Mogrollo,
Con mucho encaje y cola y perifollo,
Y al ver el tal festín y en lo que para
Píense a carcajadas, a costillas
De Chumbipe y de Chumba. Esta lo advierte
Y desmayada de vergüenza cae;
Con lo cual la función, por el más fuerte
Se decidió; los debelados huyen
Buscando escapatoria,
Y el gallo triunfador canta victoria.

Mas ya por este punto de la historia
Estaban a la vista
Alfonso y Pantaleón con su escopeta;
El gallo los avista,
Pero ¿cómo en el campo de la gloria
Volver la espalda? —Pantaleón le apunta,
Da fuego, le acertó, lo desgolleta,
Y en su muy honorable compañía
Más de una ave cayó lesa o difunta;
Avanza Pantaleón, vuela el que puede,
Mas Chumbipe infeliz, ni con muleta.

Cuentan que al otro día
Un gordo Pavo con primor relleno
El cocinero a su señor servía,
Y que el compadre Pancho le decía:
«Nunca en mi vida lo gusté tan bueno».

Chumba al viejo corral volvió en derrota
Y allí encontró que el Buitre carnicero
Devorando su cría
Aprovechó su ausencia y la chacota
Del festín pendenciero.

Desde entonce ella misma se achacaba
La muerte de Chumbipe y de sus pollos;
Mas se curó de su ambición la Pava,
Y ya no la tentaba
Meter baza en políticos embrollos.

autógrafo

Rafael Pombo


«Poesías Completas»
Cuentos morales para niños formales


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