EL MEJOR ADEREZO
—«Mira esta blonda exquisita,
Mira ¡qué vueltas, qué encajes!
¿No te gustan estos trajes?»
Dijo Clotilde a Pepita.
«Y este anillo es lindo, ¿no?
¿Y el collar, y todo el resto?
Mi padre me da todo esto
Y sin pedírselo yo.
»Nada le alegra el oído
Como decirle: «En la sala
Nadie a su Clotilde iguala
Ni en diamantes ni en vestido».
»Esto que a muchas agrada,
Ni un bledo me importa a mí.
Tú sí... sencillita... Di,
¿Tus padres no te dan nada?»
—«Al contrario, me dan mucho
Y sin cesar, —respondió
Risueña la otra—, aunque no
De eso que miro y escucho.
»Mi madre rica en ternura,
Me da consejos discretos
Que guardo fiel, cual secretos
De esperanza y de ventura,
»Y el ejemplo de llenar
Todos los dulces deberes
Que forman de las mujeres
Ángeles para el hogar.
»Cuando una joya consigo
O cuento con un ahorro
Y los convierto en socorro
De un enfermo o de un mendigo;
»O si olvidando una fiesta
Voy a ver a un desgraciado,
Sé que con esto la adrado
Más que con lucir bien puesta.
»Mi padre, que en ciencia es rico,
Me da lección tras lección;
Oro del alma, emoción
Con que la uso y fortifico;
»Belleza que hace valer
Aun sin belleza y sin arte;
El cultivo de la parte
Divina de nuestro ser.
»Y nunca, nunca lo vi
Más feliz, más placentero
Que la vez que un lisonjero
Le dijo hablando de mí:
»¿No sabe usted que ya empiezo
A envidiarle aquel tesoro?
Pepa por sí misma es oro:
No ha menester de aderezo».
Rafael Pombo