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EL SUPREMO YO

Pagado vive el hombre de su mortal miseria
¡Que mientras más lo abruma lo ensoberbece más!
En nombre del espíritu deifica la materia
Y en nombre del Cordero bendice a Satanás.

Es la blasfemia el lábaro triunfal de nuestros sabios,
Es voz de reto al cielo su petulante voz:
¡Oh! sólo habla el orgullo por los humanos labios,
¡Y, mientras Dios se hace hombre, el hombre se hace Dios!

Sí, maldecid frenéticas, mariposas de un día,
Al sol que vida y alas y brillantez os da,
Que, en tanto vuestro acento le insulta y desafía,
Él vierte en orbes y orbes su vívido maná.

¡Yo! ¡Dios es Yo! ¡Yo  es todo! ¡Fuera del Yo  no hay nada!
¡Llenos del Yo  los tiempos, los ámbitos están !...
¡Oh! y mundos, hombres, tiempos... todo es una cascada
Que va echando burbujas que espareciendo van.

Si Dios es Yo, ¡criad algo! Mas, ¡ay! el Yo  no cría.
¡Tornad algo a la nada! Mas no aniquila el Yo:
Quiso destruirlo todo vuestra soberbia impía
Y sólo al Yo, a vosotros tan sólo aniquiló.

¿Nada hay sobre vosotros? Alzad la sien del suelo
Y vuestra vil corona miradla a vuestros pies:
Descubre su cabeza el que contempla el cielo
Porque hay allí  una frente que sobre todos es.

¿Os decís libres? ¿Dónde la libertad os lleva?
¿Esclavos de quién erais? ¿Libres de quién estáis?
¿Os tituláis profetas? ¿Cuál es la buena nueva
Que os debe el hombre? ¿a títulos de quién la presentáis?

Vosotros sois las sombras que en las tardes del mundo,
Proyecta melancólicas el sol de la Verdad:
A proporción que el astro se eclipsa moribundo
Crecéis, hasta que lúgubre triunfó la oscuridad.

Bogotá, 1853.

autógrafo

Rafael Pombo


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