LOS AMORES DE CORTÉS
Rasgó la india el velo de su nativo arcano
cuando miró los ojos profundos de Cortés.
Dobló la faz, llevándose al corazón la mano;
y hasta sintió la tierra temblar bajo sus pies.
Con sus profundos ojos, el arrogante hispano
fingía un dios helénico entre el bruñido arnés.
Llegó a la india; y, como lo hiciese un soberano,
le dio en la frente un ósculo... y se alejó después.
La india, en una noche de Luna y de leyenda,
buscó a Cortés; y, alzando la lona de su tienda,
llamole, cual lo hiciese Belkís a Salomón.
Él, compasivamente, la recostó en su pecho;
y ella observó, que, a veces, de bajo de aquel lecho
salían misteriosos rugidos de león...
José Santos Chocano