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LA EPOPEYA DEL MORRO 1

¿En dónde está la musa que corría
como corre el torrente,
desgreñada, febril; la que, en su ardiente
ímpetu soñador, se estremecía
de gozo entre las luchas destructoras
en que bregaba sin sentir las horas:
si era preciso hasta morir, moría,
a manera del sol, porque tenía
vespertinos crepúsculos y auroras?

¿En dónde está la que en la selva umbría,
para ahuyentar las fieras,
cuando la noche del dolor caía
alzaba sus estrofas como hogueras?...

¿En dónde, en dónde está?... Las femeniles
fiestas de seducción, en copas de oro,
escancian la embriaguez. El bravo Aquiles
ha roto ya su lanza; Sansón juega
a los pies de Dalila; y entre el coro
sólo se oye una voz: la voz que ruega.
Rasga, ¡oh! musa, el disfraz con que te cubres;
muestra tu faz ante las turbas viles;
y arroja de tus sienes juveniles
los pámpanos de todos los octubres
y las rosas de todos los abriles...

¡No tejas más arrobadoras danzas,
ni bebas más embriagarlor falerno:
rompe el vaso en que libas esperanzas;
o expríme en él la esponja de amargura
con que apagó su sed el Héroe eterno,
y luego, como Sócrates, apura
esa gota de llanto del infierno!

Liba el cáliz de amargo sacrificio
que prueba tu virtud, tal como el vaso
de dulcísimo amor prueba tu vicio;
y prepárate al canto de esa lira,
que quiere como el sol en el ocaso
hacer su último esfuerzo: duerma en calma
para siempre después, si en tanto gira
su postrer nota convertida en alma...

¡Coge otra vez tu lira; la que yace
empolvada tal vez, pero no rota:
en sus cuerdas de ayer duerme el sonido!
Desata el broche a la primera nota
y verás como en notas de deshace.
Olvidada en la fiesta en que has vivido,
serás hoy como un Fénix, que renace
de las cenizas de su propio olvido!

Así, lejos del torpe desenfreno
estar debes. ¡No en blandos y sensuales
cánticos gastes más la fantasía,
sino, con voz de trueno,
en pregonar los hechos inmortales
del paladín, que supo en la porfía,
esgrimiendo el acero sin desmayo,
mostrar con espartana bizarría
pensamiento de sol, alma de rayo!

¡Sí! busca a un héroe y cántalo. Su gloria
gloria tuya será, si es que lo cantas
y lo haces perdurar en la memoria,
como el bronce dichoso en que esculpido
el héroe tiene, ante sus firmes plantas,
postrado de rodillas al Olvido.
¡Si tornase a vibrar la vieja lira
del poeta del Ilión! Así las santas 2
fruiciones del ideal que al vate inspira
lograsen el laurel, digno tan sólo
del héroe, no del vate, que suspira
por el triunfo, no de él, sino de Apolo.
El héroe de la Ilíada vive hoy mismo;
porque es en la apoteosis de su acero,
doblemente inmortal: por su heroísmo;
y por la lira que pulsaba Homero!

¡Ah! cuán feliz el vate
si alcanzara a imitar en cada estrofa
la agitación nerviosa del combate;
y a fijar el perfil del héroe, al modo
del duro bronce, de que no hace mofa
el fugaz tiempo destructor de todo.

¡Mas ya que todo al fin, todo ha pagado
tributo al tiempo burlador, no sea
menos que el polvo ruin, la madre idea
cabalgadora sobre el verso alado!

¡Musa: el héroe está ahí! Bésale y rompe
el canto al fin; que si no es bronce, el canto
no se oxida tampoco ni corrompe...
Así está el héroe: besa sus heridas;
enjúgale el sudor; contén el llanto;
y al vibrar tus estrofas conmovidas,
justo es que en sacra inspiración te exaltes,
¡para cantar las luchas encendidas
entre ese héroe inmortal —como Leonidas—
y la Suerte traidora —como Efialtes!...

autógrafo

José Santos Chocano


1 Este es un hecho histórico, a que alude el escritor chileno Vicuña Mackenna, en su narración del asalto a Arica.

2 Otra versión trae este verso: del poeta del Ilión! Así las cantas


«Selva virgen» (1898)

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