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LA PIERNA

                    I

A veces
una robusta afirmación
toma la forma de la pierna humana.
Erguido un árbol cruje, se abre súbito,
se dispersa en ramaje.
Pero la pierna es concreción y no predice
rama, vapor o nube.
Desde la inicial finura (el árbol es ancho en su base)
se concentra al ensancharse fuerte,
y en su dorso se agolpa;
un momento creyérase
que allí se iba a acabar; sigue, persigue
su misma soledad, con un esfuerzo
de nueva concentración nudosa alcanza
su más compacto instante.
Allí juega, podría por dentro jugar, resbalar cual partirse,
pero con nueva decisión toda su fuerza viva se concentra
ensanchándose,
todavía despacio, y muscularmente se abre rauda
hacia un cielo inmediato: el fin o techo o tronco
o templo del estar de los hombres.

                    II

Así hemos visto crecer
la pierna fuerte
o la pierna templada,
la pierna femenina que delicada asciende,
igual pero más cauta,
o la erguida palabra hecha masa concreta
con que se afirma el hombre.

No confundáis la piedra
con una pierna humana.
El pensamiento arriba, muy lejos, señorea
bajo la nube airosa.
Para su piprna, el hombre
piensa casi en el cielo:
tan alta va su frente.
Mas si se inclina
con carga de trabajo,
con edad o con pena,
la materia es la misma,
y al final, sí, la pierna,
la cabeza, extendidas,
a un nivel mismo duermen.

autógrafo

Vicente Aleixandre


«En un vasto dominio» (1958-1962)
Cap. I. Primera incorporación


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