DATE PRISA
Te miro ir y venir por estos versos.
Aún estoy en la cama.
Son apenas las 8 y hace frío.
Oigo cantar los gallos.
Amanece.
Date prisa, me dices;
no tardes, date prisa.
Pero yo todavía permanezco
unos minutos bien arrebujado
entre las tibias sábanas.
Me levanto por fin y desayuno,
adormilado y torpe,
mientras se deshilacha en mis adentros
algún sueño reciente.
Después me lavas cara y manos rápida,
me peinas con cuidado
y me pones un poco de colonia.
Veo tu rostro, madre, en el espejo.
(Tengo seis años, o algo más tal vez;
mi padre ya ha salido de la casa,
camino del trabajo).
Me dices, date prisa, y me sonríes.
Yo también te sonrío en el cristal.
Me pones el abrigo
y nos vamos corriendo hacia el colegio.
El niño confiado
que aparece contigo en estas líneas
te mira en el espejo para siempre
y no sabe que un día morirás.
Pero el que escribe ahora sí lo sabe.
Y conoció ese día.
Eloy Sánchez Rosillo