LOS ÁNGELES DE VIDRIO
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La pascua se perdía y los aleros
de los muros tornábanse a opacar.
Las frutas de los verdes naranjeros
dejaban otra vez de azucarar.
Los ángeles de vidrio en los maderos
del retablo volvíanse a ocultar,
y los agricultores y alfareros
a sus franjas de sol a trabajar.
Y yo en silencio angelical volvía
por la tardes a aquella sacristía
donde ellos en polvosa sumisión
protegían la cruz deshabitada.
Y como ellos, mi frente arrodillada
sumíase en profunda adoración.
Germán Pardo García