CONOCIMIENTO
Cuando desconocía de mi pecho
las masas musculares, sus tejidos,
los simultáneos golpes y gemidos
de las arterias en su cauce estrecho,
soñé gozoso y defendí mi lecho
de la venganza, sin oír los ruidos
anatómicos siempre en los oídos,
con insistencia de nocturno acecho.
Y hoy que conozco su latir profundo;
que sé cómo la sangre se apresura
a escaparse de mí cada segundo,
ese conocimiento me tortura.
¡Y ante el presagio de perder el mundo
a cada pulsación, ay, qué amargura!
Germán Pardo García