LA VENDIMIA
Mordiscan las tijeras con apáticos mimos,
en un brillo piadoso, por los pámpanos ciegos;
carbunclos y esmeraldas, gemas de extraños fuegos,
desmayan sobre el cesto, en engarces opimos...
La rendición copiosa —premio de cien trasiegos—
licencia enhorabuena los galantes arrimos;
y ufanadas las mozas con lustrosos racimos
trenzan cucas muñeiras y fandangos manchegos.
Es ya noche. Prismáticas transparencias de uvas
rutilan en las fauces borrachas de las cubas...
Y mientras Pan despierta himnos entre los saucos
—ebria de lacrimosos frutos la frente eximia—
como al cuerno propicio de Baco, la Vendimia,
hacia la luna joven, abre sus ojos glaucos.
Julio Herrera y Reissig