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LOS LIRIOS AZULES

Si amor, que tantas veces
Pena y placer confunde,
Derramara en mi pecho
Sus tiernas inquietudes;
Sea aquella a quien mi alma
Su adoración tribute,
Más blanca que la nieve,
Con que el invierno cubre
Las solitarias crestas
De las lejanas cumbres;
Más dócil que la palma;
Más pura que el perfume
Que al despertar la aurora
Por el ambiente sube;
Y el color de sus ojos
Cariñosos y dulces,
Del color de las hojas
De los lirios azules.

   Nunca, virgen modesta,
Más tu hermosura luce
Que cuando la alba frente
Graciosamente encubres
Con las hojas suaves
De los lirios azules.

   Tú, virginal doncella,
Que con mirar seduces,
Y de hermosos cabellos
Orgullosa presumes,
Si quieres que tus rizos
Por lo negro deslumbren,
Por lo brillantes cieguen,
Venzan por el perfume,
Deja que sueltos caigan
Y que tu seno inunden;
Y a tu capricho esmalta
Los abundantes bucles

Con las hojas más frescas
De los lirios azules.

   Jamás, cándida niña,
En cuya boca dulce
La gracia y la inocencia
Riendo se confunden,
El ámbar de tus labios
Más puro se difunde,
Que cuando en dócil beso
Tu fresca boca unes
A las hojas brillantes
De los lirios azules.

   Tú, tierna desposada,
Que en tu inquietud descubres
Que de los castos sueños
El término se cumple,
Y que un bien se realiza
Y una esperanza huye;
Si anhelas, porque es germen
De amor y de virtudes,
Conservar la pureza
Cuando el placer apures,
Bebe el blando rocío
Con que la tarde cubre
Las entreabiertas hojas
De los lirios azules.

   No sé qué misterioso
Secreto encanto infunde
El color de las hojas
De los lirios azules.

   Mas ¡ay! azul es siempre
La pudorosa nube
Donde la aurora oculta
Sus misteriosas luces;
Azul es la primera
Lágrima que discurre
Por la suave mejilla
De la virgen que sufre
De su primer deseo
Primeras inquietudes;
De azul visten los montes
Sus empinadas cumbres,
Por donde nace el día,
Por donde el sol se hunde,
Azules son las alas
Del tímido querube,
Que enciende en las estrellas
Su vaporosa lumbre;
En azules caprichos
Inquieto se consume
El humo del incienso
Que por el aire sube;
Azul es la alegría
Que la inocencia infunde,
Y es azul la esperanza;
Los ciclos son azules.

   No sé qué puro encanto
Al corazón descubre
El color de las hojas
De los lirios azules.

autógrafo

José Selgas y Carrasco


«El estío» (1853)

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