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EL DOMICILIO DE COLÓN, VIOLADO

En donde sin espías Cristóbal se acostaba
con ciclones domados y humilladas distancias;
allí,
donde los horizontes cabían en un beso;
allí sonrisa uniformada ahora,
escupiendo con whisky las reliquias,
ametrallando eternidades pétreas;
quizá por ser los pobres tan antiguos...
los intrusos vinieron a cotizar el aire,
con armada nariz buscando izquierdas
entraron olfateando cuatro siglos.
Orinando a las ruinas que lloraban
en un minuto cuatrocientos años.

Mientras insulta las habitaciones
un rumor de bolsillo... pilotos de Pilatos,
entre piedras ilustres, matan niños,
pero el sueño se queda en los fusiles.

Y América durmiendo...
Ella no sabe nada.
No ve nada.
No oye nada.
Ni siquiera
el rumor de los huesos de quien la encontró virgen
y la puso a existir sin plumas en el cráneo.

Ella tiene otra cara pero es ella...
la América de hoy la de los pobres.
Pero aquí están los gringos, mas no en todo...
No tocaron el lecho colombino,
no le abrieron las puertas ni a preguntas...
no porque don Cristóbal despertara
para cobrarles su hospedaje trágico;
es que hace tiempo el muerto no se muere
y a don Cristóbal no le dan las balas.

Mientras tanto:
no ve nada,
no oye nada,
nada sabe,
la América de hoy...
puta contenta
con su violado domicilio triste.

autógrafo

Manuel del Cabral


«La isla ofendida» (1965)

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