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LA ISLA OFENDIDA

Santo Domingo: ataúd de la OEA;
aquí está ya la autopsia de la sucia...
la higiénica asquerosa,
celestina sin pueblo que vende nuestros pueblos.

Mi pequeño país
solo
solitario,
ha tenido el honor
de enterrar enterito ese cadáver.

(Y que apunte el notario:
lo enterró sin ayuda).

Sin embargo,
todavía
la difunta se mueve...
Los huesos dé la
O
de la
E
y de la
A
recorren los palacios sinvergüenzas,
se disfrazan de libertad,
hacen discursos con palabras arrodilladas,
mientras tanto,
legalizadas ametralladoras,
balas sin pasaporte que ponen gringo el aire,
balas con leyes de sonido rubio,
balas extrañas,
signen,
siguen,
violando mi pequeña geografía.

Sin embargo,
los huesos de la
O,
la
E,
la
A,
tranquilos y orgullosos,
llegaron a un acuerdo...

¿A cuál?
A que no ha pasado nada...

Pero los muertos de mi pequeño país
hicieron un esfuerzo,
se levantaron
y están con ellos discutiendo.

autógrafo

Manuel del Cabral


«La isla ofendida» (1965)

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