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I
EL RÓTULO

«¡Lo escrito, escrito está!», dijo Pilatos           Juan XIX, 22.
cuando el cartel sobre Tu frente puso.
Y hablas, Tú, la Palabra, con tu muerte
sin ruido de aire, en el silencio negro,
y dices la blancura de tu vida
de luz que nunca acaba. Cae tu lumbre
silenciosa en nosotros, copo a copo,
como la nieve blanca que se posa
sobre la yerba verde; cae tu sangre
gota a gota en nosotros; no se escurre,
y empapa el alma. Como yerba, humildes,
tu nevada de luz, las manos quedas,
queda la mente, el corazón latiendo,
cual la venada blanco y silencioso
te recibamos. De tu luz los rayos,
aun dormidos, taládrannos los párpados,
los rayos de tu luz, y alumbran sueños.

La luz que te rodea es el espíritu
que fluye de tu Padre, el Sol eterno,
las tinieblas rompiendo, y a nosotros
de Ti, su luna en nuestra noche triste.
Espíritu de Dios que se movía           Génesis 1, 2.
sobre el abismo de aguas tenebrosas
cuando mandó Quien es: «¡Hágase lumbre!»;
y del seno brotó de las tinieblas
el Espíritu-Luz, que de tu rostro           II Corintios IV, 6.
nos trae al corazón vivo trasunto
del Mismo a cuya imagen se nos hizo
y a cuya imagen Tú le hiciste lumbre.
Y esa luz es amor y ella nos funde;
nos funde y meje de tu iglesia eternal
la humanidad divina, en las entrañas.
Viste la luz tu desnudez, diamante
de las aguas de encima de los cielos;           Génesis 1, 7.
¡al tocar en tu cuerpo las tinieblas
se escarchan en blancor de viva luz!

autógrafo
Miguel de Unamuno


«El Cristo de Velázquez» (1920)
Tercera parte


inglés Translation by Armand F. Baker

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