A pesar de la lluvia yo he salido
A punto está de deshacerse el negro
A RICARDO GÜIRALDES Por «Don Segundo Sombra»
A un señor muy rico para que nos regale una casa
A una amiga desaparecida hace tiempo
A una mujer que me evocaba el mar
Acabo de pasar, amor, por el correo
Adoro tu manera menudita y brumosa
Agradezco tus versos, Vasco, y siento
Al caminar parece que crujieran
Al ruso Pipkin y al judío Levy
Alzo en la noche tu rollizo cuerpo
Anoche había barras de luz en tu persiana
Ayer hemos estado, sin querer, en Oriente
Bajo el árbol redondo de hojas nuevas
Caminante: en el mundo me llamaron Dalmira
Campos de mi provincia en el estío
CÉSAR. Presentación a las estrellas
Colgando en casa un retrato de Rubén Darío
Cómo duermes, pequeña, en tu cunita
¿Cómo estarás, palmera alucinada
Cómo juegas conmigo cuando hablas de tus años
Como sobre una tapia se adormece una rosa
Con las primeras luces de la aurora
Contento estoy con este cuarto humilde
Creo a veces que estás a mi lado tendida
Crepúsculo argentino sin campanas...
Cuando el agua esperábamos ansiosos
Cuando regreso a casa no me lavo las manos
Darío, Silva, Nervo, B. Fernández Moreno
De par en par abierta está mi casa
De pronto, como un breve latigazo
De pronto, en el silencio de la noche
De veras que no sé qué hacer contigo
Debe el beso venir desde la hondura
Desnuda como un yunque, mesa mía
Dulce amor de pasillos, dulce amor de rincones
El cuello se te llena, amor, de corazones
El mundo es una gran algarabía
El olorcillo a incienso, el rumor de los fieles
Embadurna de luz el alba mi postigo
Entre una y otra clase, en la tarde de lluvia
Esfenoides, huesito misterioso
Esta noche no sales, te secuestro
Esta que viene aquí toda vestida
Estás hecha, mujer, para evocada
Este es, amigos, mi departamento
Esto que escribo ahora es el postrero
Fue preciso que el sol se ocultara sangriento
¿Habrá en el mundo vacas más benignas que éstas?
Harto ya de alabar tu piel dorada
He aquí las cenizas, oh Salto, de tu hijo
He ido a ver el parque de Lezama
Hecha una fierecilla deliciosa
Hoy no pudimos más, y envueltos
Jamás he visto a nadie, señor, en sus ventanas
Jamás he visto más revuelto el cielo
La calle, amigo mío, es vestida sirena
La ciudad, que ya empieza, alondra blanca, a amarte
La tempestad podrá en olas deshechas
Las hojas verdes, las baldosas rojas
Lentamente venía la vaca bermeja
Me he detenido enfrente del Congreso
Mudable como el tiempo es tu mejilla
Nací, hermanos, en esta dulce tierra argentina
No ha de apagar su lámpara el poeta
No habíamos hablado dos veces en la vida
No quiero no, no quiero serranías
No te he visto, Marcela, en todo el santo día
Nochebuena, mi amor. Nochebuena
Nunca debí dejaros dispersar a los vientos
Ocre y abierto en huellas, el camino
Oh frente despejada, oh boca dibujada
Pienso a veces con algo de tristeza
Poco a poco se hace la luz en tu vestido
Profunda, ardiente, plástica, flexible
¿Qué del paisaje de marfil me queda
¿Qué seré para ti, ante tus ojos?
¿Qué tren nos ha traído? ¿En qué lugar estamos?
Rueda la media luna, feliz, sobre el Congreso
Se llamaba Lamberto, se llamaba Lamberto
Setenta balcones hay en esta casa
SETENTA BALCONES Y NINGUNA FLOR
Si el destino te dio mujer virtuosa
Sobre el cristal de agua de los campos llovidos
Sol en el jardincillo de noviembre
Sólo con apoyar el codo en una mesa
Soy el acostumbrado a la negrura
Tal vez haya soñado con un beso instantáneo
Te veo de plantón en esta esquina
Tranquilamente la comida observo
Tu nombre es terso, claro, deslumbrante
Última flor de mi áspero camino
Últimas décimas de la Costanera
Últimas décimas de la Costanera 2
Un hombre que camina por el campo
Vaquillona con cuero y un vinillo
Ved en sombras el cuarto, y en el lecho
¡Vengo de la cocina, vengo de la cocina!
Ya no soy profesor, médico ni poeta
Ya que todo está en flor, y más que nada
Ya ves que no te suelto, que me ato
Yo sueño con un sueño de pastores