EL POSTILLÓN
Con sus líneas redondas y su barba lampiña,
de un envión truculento, él, en vez de navaja,
blande un puño zaguero contundente en la riña,
y en el «mus» canta un «órdago» su invencible baraja...
La mirada de lobo montañés, aventaja
en la noche andariega al halcón de rapiña;
y en su rostro agridulce de bandido y de niña,
rinde un beso la aurora y el valor agasaja...
Su lento hablar, solemne, con bríos de falsete,
prolonga y balancea «íes» de clarinete...
¡Por San Ignacio y Carlos de Borbón, Dios que alumbre...!
Él, que no jura en vano, urge que se le crea...
Y siempre, en un hidalgo desprecio de costumbre,
su fusta como un crótalo bravo castañetea.
Julio Herrera y Reissig