Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870)



Menú de poemas por TÍTULO y primer verso



Gaspar Núñez de Arce autores / authors Vicente Wenceslao Querol Campos




¿A qué me lo decís? Lo sé: es mudable

Al brillar un relámpago nacemos

Al ver mis horas de fiebre

Alguna vez la encuentro por el mundo

Antes que tú me moriré; escondido

Asomaba a sus ojos una lágrima

Besa el aura que gime blandamente

Cendal flotante de leve bruma

Cerraron sus ojos

Como en un libro abierto

Como enjambre de abejas irritadas

Como guarda el avaro su tesoro

Como la brisa que la sangre orea

Como se arranca el hierro de una herida

¿Cómo vive esa rosa que has prendido

Cruza callada, y son sus movimientos

Cuando en la noche te envuelven

Cuando entre la sombra oscura,

Cuando me lo contaron sentí el frío

Cuando miro el azul horizonte

Cuando sobre el pecho inclinas

Cuando volvemos las fugaces horas

¡Cuántas veces, al pie de las musgosas

¿De dónde vengo?... El más horrible y áspero

De lo poco de vida que me resta

Dejé la luz a un lado, y en el borde

Del salón en el ángulo oscuro

Despierta, tiemblo al mirarte

Dices que tienes corazón, y sólo

Dos rojas lenguas de fuego

En la clave del arco ruinoso

En la imponente nave

Entre el discorde estruendo de la orgía

Es cuestión de palabras y, no obstante

Espíritu sin nombre,

Este armazón de huesos y pellejos

Fatigada del baile,

Fingiendo realidades

Hoy como ayer, mañana como hoy,

Hoy la tierra y los cielos me sonríen

La gota de rocío que en el cáliz

Las ondas tienen vaga armonía

Las ropas desceñidas

Llegó la noche y no encontré un asilo

Lo que el salvaje que con torpe mano

Los invisibles átomos del aire

Los suspiros son aire y van al aire

Me ha herido recatándose en las sombras

Mi vida es un erial

No digáis que, agotado su tesoro

No dormía: vagaba en ese limbo

¡No me admiró tu olvido! Aunque de un día

No sé lo que he soñado

Nuestra pasión fue un trágico sainete

Olas gigantes que os rompéis bramando

Pasaba arrolladora en su hermosura

Por una mirada, un mundo

Porque son, niña, tus ojos

Primero es un albor trémulo y vago

—¿Qué es poesía?, dices, mientras clavas

¡Qué hermoso es ver el día

¿Quieres que de ese néctar delicioso

RIMA I

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RIMA XLV

RIMA XLVI

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RIMA XLVIII

RIMA XLIX

RIMA L

RIMA LI

RIMA LII

RIMA LIII

RIMA LIV

RIMA LV

RIMA LVI

RIMA LVII

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RIMA LIX

RIMA LX

RIMA LXI

RIMA LXII

RIMA LXIII

RIMA LXIV

RIMA LXV

RIMA LXVI

RIMA LXVII

RIMA LXVIII

RIMA LXIX

RIMA LXX

RIMA LXXI

RIMA LXXII

RIMA LXXIII

RIMA LXXIV

RIMA LXXV

RIMA LXXVI

RIMA LXXVII

RIMA LXXVIII

RIMA LXXIX

RIMA LXXXIII

RIMA LXXXVI

Sabe, si alguna vez tus labios rojos

Sacudimiento extraño

Saeta que voladora

¿Será verdad que, cuando toca el sueño

Si al mecer las azules campanillas

Si de nuestros agravios en un libro

Sobre la falda tenía

Solitario, triste y mudo

Su mano entre mis manos

Te vi un punto y, flotando ante mis ojos

Tú eras el huracán, y yo la alta

Tu pupila es azul y, cuando ríes

Una mujer me ha envenenado el alma

Volverán las oscuras golondrinas

Voy contra mi interés al confesarlo

Yo me he asomado a las profundas simas

Yo sé cuál el objeto

Yo sé un himno gigante y extraño

—Yo soy ardiente, yo soy morena